20 de octubre de 2007

Jornada Mundial de las Misiones


Para la Jornada Misionera del Domund 2007

Queridos hermanos y hermanas:
Un año más nos disponemos a celebrar la Jornada Misionera del Domund que, con el lema "Dichos los que creen", nos invita a dar gracias a Dios por el inmenso don de la fe, a transmitirla con renovado impulso en nuestro propio ambiente y a colaborar con nuestra ferviente oración y cooperación económica para que los misioneros, esparcidos por el mundo, sigan ofreciendo a todos los pueblos el bien más precioso que nadie puede ofrecerles: Jesucristo, nuestro salvador.
Esta hermosa y apasionante tarea, confiada por Jesús a sus Apóstoles: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio (Mt 16, 15) y confirmada solemnemente el día de Pentecostés con la plena efusión del Espíritu Santo, es la misma de siempre, pero necesita de un nuevo impulso misionero, pues todavía son muchos los hermanos y hermanas que no conocen al Señor.
Todavía recuerdo, con emocionada gratitud, los años de la niñez y de la juventud cuando al llegar el Día de las Misiones, el sacerdote del pequeño pueblo donde vivía, al contarnos los testimonios admirables de los misioneros que, dejando sus lugares de origen con inmensos sacrificios y dificultades de todo tipo, dedicaban lo mejor de si mismos, incluso con el sacrificio de sus vidas, al anuncio del evangelio, nos pedía el apoyo de nuestra oración y solidaridad y suscitaba en todos nosotros el deseo de hacer lo mismo que ellos.
Estas experiencias, grabadas desde entonces en mi memoria, se han renovado más vivamente a través del ministerio que el Señor me ha confiado como recientemente he podido constatar, una vez más, al visitar a los misioneros de Huelva que trabajan en Perú y descubrir en la mirada de los niños, jóvenes y adultos a quienes sirven, la alegría de la fe, aún en medio de las penurias y carencias en las que tienen que vivir.
Este año, además, un nuevo motivo nos urge a renovar nuestro compromiso misionero: La próxima celebración de la beatificación de los 498 mártires españoles, de los que más de 60 fueron misioneros que, además de haber ofrecido un evidente servicio a las Iglesias de misión, al volver a sus diócesis de origen llevaron consigo el tesoro de sus experiencias y contribuyeron no poco a suscitar una mayor conciencia misionera y la voluntad de sostener la causa de la evangelización. ¡Demos gracias a Dios por ello!
Y en cuanto a nuestra cooperación , no olvidemos que, aún siendo necesaria la ayuda económica para socorrer las grandes miserias de tantos hermanos, la primera y principal aportación que debemos ofrecer es la oración. Es necesario rezar por las vocaciones, por los misioneros, por los hermanos a los que hay que evangelizar pues, aunque los caminos por los que cada uno de nosotros y cada una de nuestras comunidades cristianas discurren son muchos, no hay distancias entre quienes están unidos por la única comunión que cada día se nutre de la Mesa del Pan eucarístico y de la Palabra de vida.
Cada domingo Cristo resucitado nos convoca a todos como en el Cenáculo, donde al atardecer del día primero de la semana se presentó a los suyos para darles su Espíritu e iniciarlos en la gran aventura de la evangelización.
Que la Virgen María, Estrella de la Evangelización, que acompañó con solicitud materna el camino de la Iglesia naciente, guíe nuestros pasos y nos ayude a todos a tomar conciencia de que somos misioneros, es decir, enviados por el Señor a ser sus testigos en el mundo.
Con este deseo, os bendigo y saludo con afecto.

+ José Vilaplana Blasco. Obispo de Huelva
Fuente: Diócesis de Huelva

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